Si se quisiera hacer un retrato superficial del tapir, se diría que tiene algo del cerdo salvaje en su aspecto general (salvo por el hecho de medir más de un metro de altura), algo también del elefante por su hocico en forma de trompa, y asimismo del rinoceronte por sus cascos y el espesor de su piel. El tapir de la India y sudeste asiático difieren de su primo de América por su pelaje bicolor. Parece llevar sobre la espalda, vientre y parte posterior una manta blanca que contrasta con el resto del cuerpo. Siempre a la busca de hojas y de frutos, el tapir malayo es un caminante infatigable. Ningún obstáculo le detiene. Incluso se abre camino por entre las selvas más espesas. Si presiente la amenaza del tigre, huye en busca del más cercano curso de agua, donde se refugia. No solamente evoluciona en el elemento líquido con facilidad y rapidez, sino que es capaz de nadar durante mucho tiempo bajo la superficie.
Como el de la especie americana, el tapir malayo presenta a su nacimiento rayas blancas que desaparecen al cabo de algunos meses.
Como el de la especie americana, el tapir malayo presenta a su nacimiento rayas blancas que desaparecen al cabo de algunos meses.
En este mundo lleno de animales, el tapir malayo pasa por ser algo extraño por su original pelaje, y por esa mezcla de parecido con otros animales.
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